viernes, 26 de agosto de 2011

Vigilias

Alberto Peyrano




En el silencio abacial
la campana envía a maitines,
se va despertando el día
allá en la tierra del sur.
Los campos se desperezan,
las aves ensayan coros,
el sol promete su rayo
mientras va pintando el cielo
de un tornasolado vivo
que va impregnando las almas.
El hombre labra la tierra
intentando apaciguarla,
que retorne poco a poco
a su promesa de Edén.
Los niños juegan y entonan
sus rondas como hace siglos
ignorando que a lo lejos
está tronando el cañón
y los hijos de la tierra
se masacran sin piedad.
Abro la puerta del templo...
Me recibe una caricia
con el canto de los monjes...
Voces profundas y graves
que no han perdido en los siglos
su alabanza natural.
Me sumerjo en la plegaria
como el peregrino hambriento
que aún le falta llegar.
Y encuentro en el mar de voces
reposo para mi alma,
para el corazón, caricias
y en el sonido del himno
escucho la Voz de Dios.